¿como podemos conseguir que las ciudades sean sostenibles?




Actualmente las ciudades consumen tres cuartas partes de la demanda mundial de energía, y proporcionalmente emiten a la atmósfera gran cantidad de gases de efecto invernadero y otros contaminantes. Para su funcionamiento, la mayoría de las ciudades dependen de fuentes de energía no renovable (combustibles fósiles y electricidad) que no tienen ni generan y deben importarlos de otras regiones. Además, utilizan la energía convencional con un nivel de eficiencia muy bajo.

Para obtener sistemas más sustentables es importante atreverse a tomar decisiones con una visión a largo plazo. Antes de realizar grandes inversiones en infraestructuras se deben hacer evaluaciones profundas para conocer las consecuencias económicas, sociales y ambientales de los sistemas convencionales, así como de las propuestas ecológicas. Es evidente que las metas no podrán ser alcanzadas con un acercamiento vertical, centralizado y convencional. Pero las leyes, estructuras institucionales y mecanismos financieros inhiben seriamente un enfoque alternativo basado en comunidades y soluciones descentralizadas.

La descentralización es clave, ésta debe concretarse en el plano político, sociocultural, económico, etcétera. Además de la descentralización de la ciudad hacia otras entidades es necesaria una descentralización al interior de las mismas ciudades. Se deben consolidar los nodos o demarcaciones territoriales al interior de las ciudades.

Es inútil querer presentar una solución para toda la ciudad; porque la ciudad, por definición, ha crecido más allá de una escala humana manejable. La ciudad es un sistema mecánico, tendiente a la entropía, separado de los principios y leyes que gobiernan la evolución y el mantenimiento de la red de la vida.

El buscar soluciones sostenibles en el ámbito territorial o de nodos a escala de aldea –vamos a llamarles aldeas urbanas– es una idea factible que traerá rápidamente resultados visibles, viables, y replicables; y lo que es aún mejor, ¡los residentes serán capaces de restablecer las soluciones sostenibles por sí mismos!

La vida en la metrópoli y la deshumanización que provoca nos da la oportunidad de volver a valorar la escala humana, a revitalizar el viejo lema de E. F. Schumacher: “¡lo pequeño es hermoso!” Cambiar la vida en la metrópoli significa volver a la escala del barrio, la colonia, la comunidad; trabajar con los grupos pequeños, de puerta en puerta, de calle en calle; participar en los grupos ciudadanos para la defensa del voto, la defensa y promoción de los derechos humanos, de las personas–consumidoras–ciudadanas; por la transparencia y rendición de cuentas, por el derecho de todos a tener una vida digna, sana, justa y sustentable. Significa no amedrentarnos frente a los medios masivos que nos hacen creer que son los únicos que pueden llegar a la gente.

Es salir del letargo de la comodidad y el espejismo de la impotencia, para reconocernos con derecho propio de construir el presente y futuro que queremos y nos merecemos; no permitimos que un puñado de personas se hagan cargo del destino común.

En la ciudad se vive una arquitectura antinatural. El paisaje ahí es una invención del hombre y, por tanto, sujeto a sus reglas; la naturaleza es excluida, reducida y alejada. En la construcción de edificios lo que menos se piensa es recobrar el vínculo con lo natural; las comunidades urbanas no se construyen con la participación y las costumbres de sus huéspedes. Los materiales empleados en los edificios modernos no son más el rostro de la identidad y la diversidad de la gente.

Vivir la arquitectura natural es encontrarnos con espacios construidos a partir de una identidad colectiva que se transforma siguiendo los ciclos de vida en la Tierra. Algo que no sucede en la cultura de la ciudad, donde las actividades las mantenemos desintegradas, asignándoles un valor en función de la compra y el consumo.

Hay un adelanto asombroso en las técnicas constructivas, sin embargo, nunca antes la  humanidad había vivido tan desencantada y alejada de la naturaleza. Creo que antes de que se inicie cualquier proyecto, ya sea casa, comunidad o se piense en remodelar un espacio, es necesario salir silenciosamente de la ciudad, lentamente acercarse a la gente de la tierra y vivir, entender el espacio natural, para después regresar y actualizar el retraso que supone la cultura de la ciudad contra el adelanto que tienen las culturas integradas a la vida natural.

El reto ahora es comprender la urgencia por conseguir que los edificios, las comunidades y las ciudades generen una relación simbiótica. Algo como lo que hacen los árboles al intercambiar los recursos nutrientes, que generan además condiciones para que otras especies sustenten sus sistemas de vida. La arquitectura se está acercando lentamente a convertir los inertes espacios habitados en órganos con posibilidad de ser sistemas vivos.

Fragmentos de "Ecohabitar" de Laura Valdes y Arnold Ricalde de Jager




2 comentarios:

  1. Me gusta mucho el post, contempla todos los cabos. Innovación desde lo aprendido: podar con criterio, talar sólo en casos terminales.

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  2. Somos lo que habitamos. Cambiando nuestra relación con el habitat podremos evolucionar.

    Muy buena la ilustración !

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